miércoles, 30 de octubre de 2013

EL ANCIANO

EL ANCIANO
Un anciano que pasaba los días sentado en un banco de la plaza que estaba a la entrada del pueblo, era muy querido por sus vecinos y siempre contestaba con mucha sabiduría a cualquier pregunta que le hicieran.
Un día, un joven se le acercó y le preguntó:
–Hola, señor, acabo de llegar a este pueblo, ¿Me puede decir, cómo es la gente de este lugar?
–Hola hijo, ¿De dónde vienes? Preguntó el anciano.
–De un pueblo muy lejano.
–Dime, ¿Como es la gente allí?
–Son egoístas, envidiosos, malvados, estafadores… por eso me fui de aquel lugar en busca de mejores vecinos.
–Lamento decírtelo, querido amigo, pero los habitantes de aquí son iguales a los de tu ciudad.
El joven, lo saludó y siguió viaje.
Al siguiente día pasó otro joven, que acercándose al anciano, le hizo la misma pregunta:
–Acabo de llegar a este lugar, ¿Me podría decir cómo son los habitantes de esta ciudad?
–¿Cómo es la gente de la ciudad de dónde vienes?
–Ellos son buenos, generosos, hospitalarios, honestos, trabajadores… tenía tantos amigos, que me ha costado mucho separarme de ellos.
–Los habitantes de esta localidad también son así. Respondió el anciano.
–Gracias por su ayuda, me quedaré a vivir con ustedes.
Un hombre que también pasaba muchas horas en la misma plaza, no pudo evitar escuchar las dos conversaciones y cuando el segundo joven se fue, se acercó al anciano y le preguntó:
–¿Cómo puedes dar dos respuestas completamente diferentes si los dos jóvenes te hicieron la misma pregunta?
–En realidad todo está en nosotros mismos. Quien no ha encontrado nada bueno en su pasado, tampoco lo encontrará aquí. En cambio, aquellas personas que tenían amigos en su ciudad de origen, también los encontrarán aquí, porque las personas reciben aquello que ellas mismas están dispuestas a dar a los demás.
                                                                                    Anónimo  


«Todo lo bueno y lo bello de la vida que necesitas, lo llevas dentro de ti. Tú simplemente déjalo salir, compártelo con los demás y cuando menos te lo esperes regresará a tu vida»

lunes, 21 de octubre de 2013

LA MEMORIA


LA MEMORIA

Un hombre de cierta edad fue a una clínica para hacerse curar una herida en la mano. Tenía bastante prisa, y mientras se curaba el médico le preguntó qué era eso tan urgente que tenía que hacer. 
El anciano le dijo que tenía que ir a una residencia de ancianos para desayunar con su mujer, que vivía allí. Llevaba algún tiempo en ese lugar y tenía un Alzheimer muy avanzado. Mientras le acababa de vendar la herida, el doctor le preguntó si ella se alarmaría en caso de que él llegara tarde esa mañana. 
—No —respondió—. Ella ya no sabe quién soy. Hace ya casi cinco años que no me reconoce.
—Entonces —preguntó el médico—, si ya no sabe quién es usted, ¿por qué esa necesidad de estar con ella todas las mañanas? 
El anciano sonrió y dijo:
—Ella no sabe quién soy yo, pero yo todavía sé muy bien quién es ella.
                                                                                                                 
                                                                                                                Anónimo



lunes, 30 de septiembre de 2013

MEDIA COBIJA

MEDIA COBIJA

Don Roque era ya un anciano cuando murió su esposa, durante largos años había trabajado con ahínco para sacar adelante a su familia. Su mayor deseo era ver a su hijo convertido en un hombre de bien, respetado por los demás, ya que para lograrlo dedicó su vida y su escasa fortuna. A los 70 años Don Roque se encontraba sin fuerzas, sin esperanzas, solo y lleno de recuerdos. Esperaba que su hijo, brillante profesional, le ofreciera su apoyo y comprensión, pero veía pasar los días sin que este apareciera y decidió por primera vez en su vida pedirle un favor a su hijo. Don Roque tocó la puerta de la casa donde vivía su hijo con su familia. - ¡Hola papá! ¡Qué milagro que vienes por aquí! - Ya sabes que no me gusta molestarte, pero me siento muy solo, además estoy cansado y viejo. - Pues a nosotros, nos da mucho gusto que vengas a visitarnos, ya sabes que esta es tu casa. - Gracias hijo, sabía que podía contar contigo, pero temía ser un estorbo. Entonces ¿no te molestaría que me quedara a vivir con ustedes? ¡me siento tan solo! - ¿Quedarte a vivir aquí?, sí... claro... pero no se si estarías a gusto. Tú sabes, la casa es chica, mi esposa es muy especial...y luego los niños.. - Mira hijo, si te causo muchas molestias olvídalo, no te preocupes por mí, alguien me tenderá la mano. - No padre no es eso, sólo que... no se me ocurre dónde podrías dormir. No puedo sacar a nadie de su cuarto, mis hijos no me lo perdonarían... o sólo que no te moleste dormir en el patio... - ¿Dormir en el patio? Está bien. El hijo de Don Roque llamó a su hijo Luis de 12 años: - Dime papá. - Mira hijo, tu abuelo se quedará a vivir con nosotros. Tráele una cobija para que se cubra en la noche. - Sí, con gusto papá... ¿y dónde va a dormir? - En el patio, no quiere que nos incomodemos por su culpa. Luis subió por la cobija, tomó unas tijeras y la cortó en dos partes. En ese momento llegó su padre: - ¿Qué haces Luis? ¿Por qué cortas la manta de tu abuelo? - Sabes papá, estaba pensando... - ¿Pensando qué? - En guardar la mitad de la cobija para cuando tú seas viejo y vayas a vivir a mi casa.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Recuerdos de la vida

                          Recuerdos de la vida

Tengo muchos recuerdos de mi padre y de cómo crecí a su lado en nuestro departamento junto a las vías del tren elevado. Durante veinte años oímos el rugido del convoy cuando pasaba por la ventana de su dormitorio.
De noche, tarde, papá esperaba solo en las vías el tren que lo llevaba a su empleo en la fábrica, donde trabajaba en el turno de medianoche.
Esa noche en particular, esperé con él en la oscuridad para despedirlo. Su rostro estaba triste. Su hijo menor, es decir yo, había sido reclutado. Le tomarían juramento a la mañana siguiente a las seis, mientras él estaba en su máquina de cortar papel en la fábrica.

Mi padre había hablado de su rabia. No quería que “ellos” se llevaran a su hijo de sólo diecinueve años, que nunca había bebido o fumado un cigarrillo, a pelear en una guerra en Europa.  Puso sus manos en mis delgados hombros.
-Ten cuidado, Jorge, y si alguna vez necesitas algo, escríbeme y me ocuparé de que lo consigas.
De pronto oímos el rugido del tren que se aproximaba. Me abrazó con fuerza y me besó suavemente en la mejilla. Con los ojos llenos de lágrimas murmuró:
-Te quiero, hijo mío.
Entonces llegó el tren, las puertas lo encerraron dentro y desapareció en la noche.
Un mes más tarde, a los cuarenta y seis años, mi padre murió.
Tengo setenta y seis en el momento de sentarme a escribir esto. Una vez oí a Pete Hamill, el periodista de Nueva York, decir que los recuerdos son la mayor herencia de un hombre, y tengo que coincidir con él. Sobreviví a cuatro invasiones en la Segunda Guerra Mundial. He tenido una vida llena de todo tipo de experiencias.
Pero el único recuerdo que permanece es el de aquella noche en que mi papá me dijo:
“Te quiero, hijo mío”
                                                                     Anónimo

lunes, 29 de julio de 2013

EL OSO

EL OSO
Esta historia habla de un sastre, un zar y su oso. Un día el zar descubrió que uno de los botones de su chaqueta preferida se había caído. El zar era caprichoso, autoritario y cruel (cruel como todos los que enmarañan por demasiado tiempo en el poder), así que, furioso por la ausencia del botón mandó a buscar a su sastre y ordenó que a la mañana siguiente fuera decapitado por el hacha del verdugo.
Nadie contradecía al emperador de todas la Rusias, así que la guardia fue hasta la casa del sastre y arrancándolo de entre los brazos de su familia lo llevó a la mazmorra del palacio para esperar allí su muerte. Cuando, cayo el sol un guardia cárcel le llevó al sastre la última cena, el sastre revolvió el plato de comida  con la cuchara­ y mirando al guardia cárcel dijo – Pobre del zar.
- El guardia cárcel no puedo evitar reírse – ¿Pobre del zar?, dijo pobre de ti tu cabeza quedará separada de tu cuerpo unos cuantos metros  mañana a la mañana.
- Si,  lo sé pero mañana en la mañana el zar perderá mucho más que un sastre, el zar  perderá la posibilidad de que su oso la cosa que más quiere en el mundo su propio oso aprenda a hablar.
- ¿Tú sabes enseñarle a hablar a los osos?, preguntó el guardia cárcel  sorprendido.
- Un viejo secreto familiar… – dijo el sastre.
Deseoso de ganarse los favores del zar, el pobre guardia corrió a contarle al soberano su descubrimiento: ¡¡El sastre sabía enseñarle a hablar a los osos!! El zar se sintió encantado. Mandó rápidamente a buscar al sastre y le ordenó:
-¡¡Enséñale a mi oso a hablar nuestro gustaría complaceros pero la verdad, es que enseñar a hablar a un oso es una ardua tarea y lleva tiempo… y lamentablemente, tiempo es lo que menos tengo…
- El zar hizo un silencio, y preguntó ¿cuánto tiempo llevaría el aprendizaje?
- Bueno, depende de la inteligencia del oso… Dijo el sastre.
- ¡¡El oso es muy inteligente!! – interrumpió el zar
- De hecho es el oso más inteligente de todos los osos de Rusia.
- Bueno, musitó el sastre… si el oso es inteligente… y siente deseos de aprender… yo creo… que el aprendizaje duraría… duraría… no menos de…… DOS AÑOS.
El zar pensó un momento y luego ordenó:
- Bien, tu pena será suspendida por dos años, mientras tanto  tú entrenarás al oso. ¡Mañana empezarás!
- Alteza  – dijo el sastre – Si tu mandas al verdugo a ocuparse de mi cabeza, mañana estaré muerto, y mi familia, se las ingeniará para poder sobrevivir. Pero si me conmutas la pena, yo tendré que dedicarle el tiempo a trabajar, no podré dedicarme a tu oso… debo mantener a mi familia.
- Eso no es problema – dijo el zar – A partir de hoy y durante dos años tú y tu familia estarán bajo la protección real. Serán vestidos, alimentados y educados con el dinero de la corte y nada que necesiten o deseen, les será negado… Pero, eso sí… Si dentro de dos años el oso no habla… te arrepentirás de haber pensado en esta propuesta… Rogarás haber sido muerto por el verdugo… ¿Entiendes, verdad?.
- Sí, alteza.
- Bien… ¡¡Guardias!!  – gritó el zar –Que lleven al sastre a su casa en el carruaje de la corte, denle dos bolsas de oro, comida y regalos para sus niños. Ya… ¡¡Fuera!!.
El sastre en reverencia y caminando hacia atrás, comenzó a retirarse mientras musitaba agradecimientos.
- No olvides  -  le dijo el zar apuntándolo con el dedo a la frente – Si en dos años el oso no habla…  – Alteza… – …Cuando todos en la casa del sastre lloraban por la pérdida del padre de familia, el hombre pequeño apareció en la casa en el carruaje del zar, sonriente, eufórico y con regalos para todos.
La esposa del sastre no cabía en su asombro. Su marido que pocas horas antes había sido llevado al cadalso volvía ahora, exitoso, acaudalado y exultante…
Cuando estuvo a solas el hombre le contó los hechos.
- Estás LOCO – chilló la mujer – enseñar a hablar al oso del zar. Tú, que ni siquiera has visto un oso de cerca, ¡Estás, loco!
Enseñar a hablar al oso… Loco, estás loco…
- Calma mujer, calma. Mira, me iban a cortar la cabeza mañana al amanecer, ahora… ahora tengo dos años… En dos años pueden pasar tantas cosas en dos años.
En dos años… – siguió el sastre -  se puede morir el zar… me puedo morir yo… y lo más importante… por ahí el ¡¡oso habla!!
           

Jorge Bucay

lunes, 1 de julio de 2013

Una metáfora sorprendente

UNA METÁFORA SORPRENDENTE


Un día, un profesor de filosofía empezó su clase tomando un frasco grande y vacío de mayonesa que llenó con pelotas de golf. A continuación, les preguntó a sus estudiantes que si el frasco estaba lleno. Y los estudiantes respondieron que sí. 



Pero el profesor tomó una caja llena de canicas y la vació dentro del frasco de mayonesa. Haciendo unos pequeños movimientos, Las canicas llenaron los espacios vacíos que había entre las pelotas de golf. Entonces, el profesor volvió a preguntar a los estudiantes que si el frasco estaba lleno, y ellos volvieron a decir que sí. 

Pero el profesor tomó una caja con arena y la vació dentro del frasco. Sacudió un poco el frasco, y obviamente, la arena ocupó todos los espacios vacíos, así que el profesor volvió a preguntar que si el frasco estaba lleno. En esta ocasión, los estudiantes respondieron con un sí unánime. 
Pero el profesor agregó dos tazas de café al contenido del frasco y, efectivamente, aún había sitio para esa cantidad de líquido. Los estudiantes estallaron en carcajadas al comprobar la agudeza del profesor. Cuando la risa se apagaba, el profesor les dijo: 


–Quiero que se den cuenta de que este frasco representa la vida. 

Las pelotas de golf son las cosas importantes en la vida como la familia, los hijos, la salud, los amigos, todo lo que les apasione de verdad. Son cosas que llenarían por completo su vida aunque perdieran todo lo demás. 

Las canicas son las otras cosas importantes, como el trabajo, la casa, el abrigo, entre otras. 

La arena es todo lo demás, las pequeñas cosas. 
Si ponen la arena en el frasco primero, ya no habrá espacio para las canicas, ni para las pelotas de golf. Lo mismo ocurre con la vida. Si gastamos todo nuestro tiempo y energía en las cosas pequeñas, nunca tendremos lugar para las cosas realmente importantes en la vida. 
Así pues, presten atención a las cosas que son cruciales para su felicidad. Jueguen con sus hijos, tómese tiempo para asistir al médico, vayan con su pareja a cenar, practiquen su deporte o afición favorita. Siempre habrá tiempo para limpiar la casa y reparar la llave del agua. Ocúpense de las pelotas de golf primero, de las cosas que realmente importan. El resto es sólo arena. 
Uno de los estudiantes levantó la mano y preguntó que qué representaba el café? El profesor sonrió y dijo: 

– ¡Me alegro de que me haga esa pregunta! –Exclamó el profesor–. El café sirve para demostrar que no importa cuán ocupada pueda parecer su vida, siempre habrá sitio para compartir un par de tazas de café con un amigo.

miércoles, 26 de junio de 2013

FÁBULA DEL TONTO

FÁBULA DEL TONTO

Se cuenta que en una ciudad del interior, un grupo de personas se divertían con el tonto del pueblo, un pobre infeliz de poca 
inteligencia, que vivía haciendo pequeños recados y recibiendo 
limosnas. 
Diariamente, algunos hombres llamaban al tonto al bar donde se reunían y le ofrecían escoger entre dos monedas: una de tamaño grande de 50 centavos y otra 
de menor tamaño, pero de 1 peso. 
Él siempre tomaba la más grande y menos valiosa, lo que era motivo de risas para todos. 
Un día, alguien que observaba al grupo divertirse con el inocente hombre, lo llamó aparte y le preguntó si todavía no había percibido que la 
moneda de mayor tamaño valía menos y éste le respondió: 
- Lo sé señor, no soy tan tonto..., vale la mitad, pero el día que escoja la otra, el jueguito se acaba y no voy a ganar más mi moneda. 
Esta historia podría concluir aquí, como un simple chiste, pero se pueden sacar varias conclusiones: 
La primera: Quien parece tonto, no siempre lo es. 
La segunda : ¿Cuáles son los verdaderos tontos de la historia? 
La tercera : Una ambición desmedida puede acabar cortando tu fuente de ingresos . 
La cuarta , y la conclusión más interesante: Podemos estar bien, aun cuando los otros no tengan una buena opinión sobre nosotros. Por lo 
tanto, lo que importa no es lo que piensan los demás de nosotros, sino 
lo que uno piensa de sí mismo. 



'El verdadero hombre inteligente es el que aparenta ser tonto delante de un tonto que aparenta ser inteligente'...